Culo inquieto

Ya han pasado dos años desde que llegamos a California tras un paréntesis de otro año viviendo y trabajando en Madrid. El blog sigue su curso, esta vez más centrado en este "life'changing event" que nos está pasando. Y como siempre (o casi)el blog sigue llegando...¡¡¡EN ESPAÑOL!!! Sumamos y seguimos, y añadimos un nuevo miembro a nuestra familia: Sarita Do-Fernández.

domingo, 27 de enero de 2008

Antojos y frío

Este invierno californiano nos está maltratando a todos con un tiempo horrible: tormentas eléctricas con rayos, truenos, apagones, lluvia tirada, viento, hasta nieve nos ha traído a la bahía. Pero como dice el refrán que al mal tiempo hay que ponerle mala cara, Vinh y yo hacemos lo que buenamente podemos, que es bastante. Esta semana entre los ataques acuciantes de hambre que me entran y las pocas ganas de estar fuera de casa, hemos hecho algo muy americano, y nos hemos traído la comida del restaurante a casa, o hemos llamado para que nos la trajeran. Hemos hecho un tour por diferentes continentes y nos hemos dado a la pizza en vena, comida china y mejicana. La verdad que el tiempo tuvo culpa, pero también los antojos, y no sólo por parte de la embarazada, he de decir, sino por la del padre también. Ahora, que lo que ha sido la guinda ha sido la compra que hicimos ayer, una compra que ya sí que nos permite estar en casa a todo confort: una pedazo de tele de alta definición con pantalla plana, y un sonido que parece que tenemos el cine aquí. Hoy he visto a Robinho meter goles a pares, aunque bueno, eso no ha sido solo por el efecto de la tele, sino por otras causas que no son relevantes en esta entrada del blog. El caso es que me siento cual oso hibernando en mi madriguera, donde ni llueve ni nieva, como decía Pulgarcito. Bien mirado, esto del frío, no está tan mal, y ponerle buena cara al mal tiempo, es de lo más placentero (aunque no sé si saludable). A los que en España disfrutáis de tiempo primaveral, no sabéis lo que os perdéis.

martes, 22 de enero de 2008

Empatía



La vida es tan frágil, que a veces da miedo pensarlo. A veces nos damos cuenta porque alrededor nuestro alguien muere, o alguien está herido, o enfermo. A veces por todo lo contrario: porque hay una nueva vida, algo que cuidar, algo frágil.

Mi amiga Miriam me decía estas navidades que cuando tienes un hijo eso es todo, toda tu vida gira en torno a tu única responsabilidad: que tu hijo esté bien, que a tu hijo no le pase nada. Yo aún no tengo a ese hijo en el mundo, pero sí siento que soy madre, porque tengo a ese hijo creciendo dentro. Y ya siento la responsabilidad y el miedo, que no debe ser nada comparado a o que sienta el día que nazca y todos los que vengan detrás. Y siento también lo que le ha pasado este fin de semana a un compañero del trabajo, cuya hija de 19 meses ha perdido dos deditos que se quedaron atrapados en una escalera mecánica. Por suerte la niña es muy pequeña, y jamás recordará lo que pasó, ni el dolor, ni a sus padres llorando. Pero sus padres siempre tendrán el recuerdo de ese fatídico día, del día que pasó lo que a veces pasa, y es que estas cosas pasan. Ojalá pudieran olvidarlo todo y pasar página tan rápido como lo hará su hija, pero me temo que las heridas de esos padres dolerán siempre, o al menos (y con suerte) tardarán más en cicatrizar.

sábado, 19 de enero de 2008

T.M.I

T.M.I, o "too much information", que dicen por estos lares. Este pasado jueves Vinh y yo fuimos al médico a una cita "pre-natal" que nos habían dado. Yo, tonta de mí, pensaba que sería una de esas clases para aprender a respirar, o a soplar, más bien. Pero no, resultó ser una "encerrona" (aunque necesaria) para rellenar un sinfín de formularios en los que sólo faltaba que nos preguntaran que número calzamos.
Después de tan burocrática tarea, empezó la de la enfermera, que consiste en cubrirse bien las espaldas y contarnos a las futuras mamás y futuros papás todo lo que debemos saber acerca de: comidas aconsejables y comidas a evitar; actividad física saludable; tabaco, alcohol y drogas recreacionales; arena de la caja de los gatos; saunas, duchas y baños calientes; análisisssss (porque son muchos tubos y muchas veces) de sangre; test de alfa-fetoproteina para detectar posibles defectos en el feto (trisomía 18, síndrome de Down, espina bífida, defectos en las paredes del estómago...); ultrasonidos y sonogramas; amniocentésis y muestras de villis coriónica; historial familiar de genética; abortos naturales; nauseas; sexo durante el embarazo; cambios emocionales durante el embarazo; cálculos de la fecha de parto; medicinas y remedios naturales durante el embarazo; aumento de peso...
Pero eso no es todo. Luego están las clases a las que te puedes apuntar, por si toda esta información que tan en detalle te explican y que tan bonita viene en los panfletos no fuera suficiente: tour del hospital-gratis; introducción a cómo amamantar-gratis; preparación para el nacimiento-$80 por pareja; mitad de la gestación-gratis (a las 16-20 semanas); nutrición sobre el embarazo-gratis; última fase de la gestación-gratis (a las 32-36 semanas); cuidados del recién nacido-gratis (a las 32 o 36 semanas támbién); primeros auxilios para niños-gratis; seguridad en el coche-gratis.
Eso para que digan que los niños (y el embarazo, creo yo) no vienen con un libro de instrucciones debajo del brazo. En América, sí lo hacen. Pero con demasiadas.

lunes, 14 de enero de 2008

Trampas

Hoy he hecho trampa. He jugado con el calendario, las latitudes y longitudes y me he aprovechado del estar con un pie aquí y otro en España y he adelantado mi cumple unas horas en California cuando técnicamente en Madrid era ya 15 de enero. He llegado a casa y Vinh me ha dado su regalo: un pase para un Spa (balneario) donde dan masajes especiales a mujeres embarazdas. Una hora en la que espero morir, subir al cielo, y quedarme allí durante 55 gloriosos minutos que dura el tratamiento. También he abierto los regalos que me traje envueltos desde España y que tan paciéntemente he tenido esperando en la estantería: bufanda, guantes, monedero, puzle de chicle y pintalabios de caramelo de Hello Kitty desde Inglaterra y de Deborah. Y muchas mariposas magnéticas y un cogante con pendientes a juego chulísimo de los Fernández-Jorquera. Todo ello precedido el sábado por una postal hecha a mano muuy chula de Mayte... Ya no queda mucho más que celebrar mañana, y además no me tomaré el día libre como había pensado hacer. Mañana me compraré un pastelito, le clavaré una vela como si él tuviera la culpa de mis 31 y hablaré con mis papis por el frío teléfono. Les contaré las maravillas del restaurante donde hemos cenado hoy: The Melting Pot - una experiencia decadente compuesta de tres fondues: la primera de queso, con pan y vegetales; la segunda: bourguignonne con colas de langosta, filet mignon, pollo, cerdo, champinones, pasta (sí, sí, pasta también)... Y de postre, la de chocolate con frambuesa, donde hemos probado cosas que tienen que ser pecado: nubes (marshmallows) recubiertas de galletas oreo, tarta de queso, rice krispies treats, brownies... Y les tendré que contar, claro, que hoy hice trampas.

jueves, 10 de enero de 2008

Con imaginación

Pues eso, que con un poco (o más bien bastante), se puede ver al bebé. Hoy me han podido hacer el ultrasonido (ecografía) por fuera, con el gel ese que está tan frío, y esta vez sí que lo hemos visto: las piernas, los brazos, y sobre todo la pedazo de cabezota que tiene. Para ayudar a los incrédulos, he rodeado con un círculo donde está alojado. A la derecha estaría la cabeza, cerca de la mancha más oscura, y luego mirando hacia la izquiera están los brazos y las piernas.
También nos hemos enterado de que al final parece ser que nuestros cálculos eran más acertados que los de la doctora, y parece ser que estoy de 10 semanas y media, y no 9, como nos dijeron. Esperemos que eso sea señal de que el malestar y los asquitos tienen ya sus días contados. Ahora a esperar los resultados de la analítica (5 tubos de sangre, que me han sacado, más orina) y a ver qué nos dicen en la clase prenatal del siguiente jueves. Seguiremos informando...

Uno del derecho, uno del revés

Ayer fui a Michael's, ese palacio de las manualidades en cuyos pasillos se puede perder cualquiera, hasta Vinh, que no teje y ayer estaba tan maravillado como lo estaba yo. Por un momento llegué a pensar que no tenían materiales para mi nueva labor, pero sí, por supuesto que tenían: pasillos y pasillos de lanas, a cada cual más bonita. Y las agujas... de todos los colores, longitudes, grosores y materiales, y eso sí, agujas raras, porque no son como las que hay en España, que como las de esta imagen acaban en bolita, sino de muchos colores y con un extremo un tanto peculiar, pero que sirven lo mismo para echar un punto del derecho y otro punto del revés. Las mías son de color morado, y brillan.
Compré dos madejas, que no sé si serán suficientes o no, para la bufanda que le quiero hacer a Irene. Ya la he empezado, pero no sé qué tal quedará, así que dependiendo de eso, a lo mejor la pobre tarda un poco más en tenerla o para Marzo la estrena en San Francisco.
Ya eché los puntos. 45. No sé si el ancho será el adecuado o no. Algunos más prietos que otros. Tampoco sé si se notará cuando esté toda acabada. Y es que aunque mi abuela me enseño a tejer cuando yo era un moco, las cosas sin práctica se pierden. Conchi me dio unas lecciones aceleradas estas navidades y parece que puedo hacerlo: todo del derecho, todo del revés, alternando una fila de cada, menguar, añadir puntos y cerrar la labor. Ya iré haciendo fotillos de cómo van mis primeros pinitos.

lunes, 7 de enero de 2008

Niño o niña

Hoy estaba en el aseo en Barajas, y creo que Vinh le comentaba a mi padre que Lu, mi suegro, quería que tuviésemos un niño. Vinh se ha “chivado” y me ha dicho que Manolo ha dicho que daba igual, porque podía ser niña y ser tan fuerte como yo.
No sé si soy tan fuerte como mi padre piensa que soy, aunque intento mantener la fachada en cada despedida y altibajo que sufro para que ellos no se lleven la peor parte, aunque a estas alturas de ir y venir no sé quién se la lleva en verdad. Pero no lo sé porque él no estaba por la mañana cuando me he abrazado a mi madre y me he puesto a llorar “a moco tendido”, mientras aferrándome a ella le confesaba que no me quería ir, o que la podíamos meter en la maleta. Ese “yo no me quiero ir” no me preocupa si denota debilidad, o fortaleza por admitirlo, pero es el sentimiento más honesto que puedo expresar estos días. Estoy cansada de las despedidas, y quiero ya quedarme en casa para estar con los míos, para que Vinh no se siga sintiendo culpable, para poder enfadarme con mi padre cuando exagera o no tiene razón sin sentirme culpable porque entonces ya no me tendré que marchar al día siguiente.
Espero que mi niño o mi niña no sufran como lo hago yo, y que sea fuerte de verdad. Fuerte para tomar decisiones más con la cabeza y menos con el corazón. Fuerte para que no tenga que llorar tanto.
La niña o el niño tiene hambre, así que corto y cambio, que antes he logrado escabullir un correoso y cochambroso panecillo y un quesito de la vaca que ríe, y por mis cálculos, es la hora de la merienda. Aunque con el nimio espacio que me acaba de dejar la pasajera de delante, no sé si voy a tener espacio para abrirlo y hacerme el mini-bocata. Mejor me doy a los kilos que le ha metido Conchi a Vinh en el bolsillo de la chaqueta.

Retina

A veces me pregunto si mis retinas son como el fondo de la Biblioteca Nacional. Se me ocurre el símil porque imagino que fuera de la vista del público, la Biblioteca Nacional contará con un fondo de obras que están como dormidas, esperando a ser rescatadas, un fondo donde pasan los libros que tienen que hacer sitio volúmenes de nuevas generaciones.
Mis retinas estos días escudriñan cada rincón de la casa de mis padres, como si nunca antes me hubiera parado a ver todos sus detalles, que en gran parte están ahí gracias a Conchi: sus figuritas y adornos, sus desperfectos en alguna pared que otra, lomos de libros nuevos o que al menos yo no recordaba, mi propia habitación, las pestañas largas de mi perra Pancha, las revistas y catálogos de la mesa de café del salón, la sombra de mi abuelo sentado en la butaca acurrucado con su radio… Qué necia he sido, viviendo allí tantos años y sin reparar en esas y tantas otras cosas. Por un momento pensé en volverme loca haciendo fotos, pero no, eso sería trampa.
En la Biblioteca Nacional no se hace trampa. En mi retina tampoco. Sé que todas estás nuevas imágenes que me llevo estarán empujando al archivo otras muchas, pero no importa, porque estas son más atemporales, y las puedo atesorar por más tiempo. Ya las tengo todas bien catalogaditas, todas bien alfabetizadas y ordenadas

Que Dios no te de todo lo que puedas soportar

El pasado jueves Vinh, mis padres y yo fuimos a ver a una amiga de la familia, a Alicia. Alicia está enferma. No es la primera vez que le sucede, pero parece que esta es la más fea de ellas. Alicia cuenta con el ánimo y ese talante gallardo del que siempre hace gala. Alicia dice algo que hacía mucho tiempo que no oía, ya que los refranes españoles en California pues no se prodigan mucho (a menos que se los diga yo a Vinh). Alicia dice que es mejor que Dios no nos de todo lo que podamos soportar. Yo ahora que lo pienso me pregunto pero sin ganas ningunas de saber la respuesta qué sería yo capaz de aguantar. A veces me da la impresión de que ya es tanto… me siento como Atlas soportando el peso del mundo. Pero de repente, ¡zas!, llega una desgracia ajena, o a veces no tan ajena, que te devuelve a tu sitio, te pone en tu lugar inyectándote una buena dosis de “jo, qué suerte tengo-no estoy tan mal-los hay que están peor-qué horror, yo no sé que haría si estuviera en su situación”.
A Alicia sólo puedo desearle que tampoco le entre urgencia por responder a esa pregunta y que soporte lo que tenga que soportar para ponerse buena.

En este vuelo de IB



Este vuelo de IB
Ahora mismo desde mi asiento 25A de este vuelo de IB que me arranca por enésima vez de Madrid, o de lo que es más importante, de mis padres allí donde están, veo un manto de nubes que se abren y se cierran como una labor de punto mal hecha, con un sol de fondo que no se pone, a pesar de ser invierno y llevar volando ya 7 horas. A través de los huecos que dejan libres esas bolas de algodón puedo ver el mar, el inmenso Atlántico. Es tan bonito que ya ni siquiera me importa en qué punto del globo estoy. Sólo me importa su inmensidad, su azul intenso, los surcos que veo en su superficie, que podría tratarse de la superficie del embalse de Valmayor si por un instante ignoro dónde estoy.
Tenía que escribir todo esto. Llevaba ya varios días, como siempre los previos a la partida, en los que las ideas, desatadas, desemparejadas, ideas que me asaltaba por la noche, e ideas absurdas e inconexas pujaban por salir. No sé si ideas cuerdas o ideas indicio de que me vuelvo más y más tarumba con cada viaje. Sean lo que sean, son mis ideas, e intentando recopilarlas con el mismo afán con el que uno acariciaría nieve deseando que no se derritiera, mis dedos no dan abasto para escribirlas en este vuelo IB.