De padres gatos, hijos michinos
La edad trae achaques, y nadie escapa. No me refiero a las incómodas arrugas que ya empiezan a cercarme los ojos y la boca y que mi madre trata de defender diciendo que son sólo “de expresión”. Esta vez me refiero al nervio femorocutáneo y a una dolencia que me está haciendo sentirme un poco derrotada: meralgia parestésica. Parece la cara amrga de una herencia por parte de padre y madre de la que no me escapo: la mala circulación.Ahora ya sí que no me queda excusa para no perder peso y hacer ejercicio, ya que es lo que me han prescrito. En fin, espero que Vinh me ayude a ser fuerte y no me deje sucumbir en las cosas que él sucumbe, pero que a él por sus genes asiáticos y años de deporte no parecen afectarle lo más mínimo: comidas copiosas, cenar fuera de casa un mínimo de 3 veces por semana, sedentarismo…
Si la vuelta a Cali se me hace normalmente dura en condiciones “normales” (si es que tales condiciones existen), no quiero oír hablar de cómo de cuesta arriba será este 5 de agosto y los días que se sucedan.


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