Cuando me fui por primera vez, ya era demasiado tarde
Cuando me marché por primera vez, tenía tan sólo 23 años, pero ya era demasiado tarde.
Cuando me marché por primera vez ya era demasiado española para ser siquiera algo americana. Para entender que la NHL les puede emocionar tanto como La Liga, o que su barbacoa puede ser tan sublime como mi gazpacho, o su educación y distancia tan aceptable como nuestro ardor. Si ahora me vuelvo a marchar, será aun más tarde porque he respirado dos años más aquí, porque mi corazón ha latido aquí durante dos años más y porque siempre lo seguirá haciendo, allá donde esté. Esta tierra tiene ancladas mis raíces. Quizá nunca llegue a tener las de mi hija, pero no hay nada que pueda hacer para zafarme de ella, de la tierra, de mi tierra.