Culo inquieto

Ya han pasado dos años desde que llegamos a California tras un paréntesis de otro año viviendo y trabajando en Madrid. El blog sigue su curso, esta vez más centrado en este "life'changing event" que nos está pasando. Y como siempre (o casi)el blog sigue llegando...¡¡¡EN ESPAÑOL!!! Sumamos y seguimos, y añadimos un nuevo miembro a nuestra familia: Sarita Do-Fernández.

viernes, 23 de enero de 2009


Y buen día se acabó la calma, esa balsa de aceite sobre la que navegábamos a la deriva. Así, la casa se llenó de sonrisas, de llantos y encías en erupción, de miradas curiosas y carcajadas. Aun en días de lluvia, la casa se llenaba de sol, y en días de tedio, se llenaba de todo lo que importa, del sentido de la vida, de vida en sí misma. Las horas pasaban monótonas pero distintas, con nuevas muecas, nuevos logros y nuevos retos. Ella se iba desplazando por el suelo, iba echando mano a cuanto encontraba en su camino y gimoteaba cuando no lo conseguía. Y entonces yo la abrazaba, la arrullaba y la consolaba. Comenzaba un fluir de leche e instintos primarios, y la casa se llenaba de nanas, de párpados cansados, de sábanas calientes y ojos derrotados, de olor a pan calentito, a talco y a colonia.
Los días se sucedían como las cartas que caen en un castillo de naipes, y el tiempo me enseñaba a atesorar aquello que de seguro acabaría por acabarse.

miércoles, 14 de enero de 2009

¿Espejismo?


Dicen que cuando se camina por el desierto extenuado por calor, sed y cansancio, se ven espejismos, como el famoso oasis de agua dulce y palmeras. Pero estos oasis no son sino producto de la imaganición. Pues bien, yo me encuentro un poco en la misma situación que el cansado viajero que cree ver el oasis: hace menos de 24 horas que he aterrizado en mi ya querido San Francisco y de repente, como por efecto de la toma de tierra del avión, no sé si estuve en Madrid realmente o si sólo fue un sueño. ¿Cómo es posible que la nieve, el caos del aeropuerto, los vapores de las ollas de mi madre en la cocina, las charlas con amigos, los polvorones, el olor del champú español de Sara, los maullidos de Pintas y los ladridos de Pancha, los regalos, Pocoyo, los viajes en tren y en metro y el sabor del pan candeal queden ya tan lejos como por arte de magia? Sé que no lo fue, que esta estancia no fue un espejismo, y odio el efecto del viaje en mi memoria, pero me acostumbro a vivir con ello mientras saco bártulos de las maletas y me afano en no olvidar, en sentir y en echar de menos.