Viajar con la mente
Puedo transportarme a mi dormitorio, donde Pintas se esconde bajo la colcha.
Puedo husmear en la nevera mientras que la boca se me hace agua al atisbar el tarro de las aceitunas, la quesera y el jamón de york de mis abuelos.
Ahora camino hacia el salón, donde una de las dos teles alterna la voz de los millonarios de Carlos Sobera con la de Jesus Vazquez y sus cajas.
Mientras, mi madre me sube los bajos de los últimos pantalones que me he comprado (en Zara, cómo no). Pancha está echada a sus pies.
Me gustan estas escenas, y me reconfortan.
Con ellas en mente, me vuelvo a la habitación californiana, mientras escucho la puerta de la cocina cerrarse tras mi padre, que viene del garaje para ver qué cenará esta noche.