En este vuelo de IB
Ahora mismo desde mi asiento 25A de este vuelo de IB que me arranca por enésima vez de Madrid, o de lo que es más importante, de mis padres allí donde están, veo un manto de nubes que se abren y se cierran como una labor de punto mal hecha, con un sol de fondo que no se pone, a pesar de ser invierno y llevar volando ya 7 horas. A través de los huecos que dejan libres esas bolas de algodón puedo ver el mar, el inmenso Atlántico. Es tan bonito que ya ni siquiera me importa en qué punto del globo estoy. Sólo me importa su inmensidad, su azul intenso, los surcos que veo en su superficie, que podría tratarse de la superficie del embalse de Valmayor si por un instante ignoro dónde estoy.
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