Ayer fui a Michael's, ese palacio de las manualidades en cuyos pasillos se puede perder cualquiera, hasta Vinh, que no teje y ayer estaba tan maravillado como lo estaba yo. Por un momento llegué a pensar que no tenían materiales para mi nueva labor, pero sí, por supuesto que tenían: pasillos y pasillos de lanas, a cada cual más bonita. Y las agujas... de todos los colores, longitudes, grosores y materiales, y eso sí, agujas raras, porque no son como las que hay en España, que como las de esta imagen acaban en bolita, sino de muchos colores y con un extremo un tanto peculiar, pero que sirven lo mismo para echar un punto del derecho y otro punto del revés. Las mías son de color morado, y brillan.
Compré dos madejas, que no sé si serán suficientes o no, para la bufanda que le quiero hacer a Irene. Ya la he empezado, pero no sé qué tal quedará, así que dependiendo de eso, a lo mejor la pobre tarda un poco más en tenerla o para Marzo la estrena en San Francisco.
Ya eché los puntos. 45. No sé si el ancho será el adecuado o no. Algunos más prietos que otros. Tampoco sé si se notará cuando esté toda acabada. Y es que aunque mi abuela me enseño a tejer cuando yo era un moco, las cosas sin práctica se pierden. Conchi me dio unas lecciones aceleradas estas navidades y parece que puedo hacerlo: todo del derecho, todo del revés, alternando una fila de cada, menguar, añadir puntos y cerrar la labor. Ya iré haciendo fotillos de cómo van mis primeros pinitos.